viernes, 21 de marzo de 2014

Enfermedades infecciosas durante el embarazo

Se ha discutido mucho si el embarazo es un estado que predispone a las enfermedades infecciosas, o sea que disminuye las defensas del organismo, o bien si determina mayor capacidad de defensa ante las agresiones microbianas.

Ambas teorías son erradas. La mujer embarazada tiene las mismas probabilidades de adquirir enfermedades infecciosas que si estuviera en condiciones normales.

Ante todo es preciso distinguir las enfermedades propias del embarazo (por ejemplo la hiperémesis y la gestosis), de aquellas que ocurren accidentalmente durante la gravidez, algunas de las cuales reciben una impronta particular precisamente a consecuencia del embarazo. Aquí nos ocuparemos en especial de las enfermedades infecciosas.

Enfermedades infecciosas durante el embarazo

Pero antes haremos algunas consideraciones de carácter general. Cuando la mujer embarazada se enferma, debe tener siempre presente que, no sólo su organismo, sino también el de su hijo sufre la misma enfermedad y a veces en forma mucha más seria. El feto puede resentirse directamente cuando los gérmenes no llega a superar el filtro placentario, pero el estado tóxico provocado en la madre por la enfermedad fatalmente repercute sobre las condiciones de salud, y a veces sobre la misma vida del feto.

Todo este preámbulo tiende a informar a las mujeres embarazadas de que la enfermedad, cuando están en cinta, es un peligro potencial para la salud y para la vida del feto, sobre todo en los primeros meses de gestación. Por consiguiente, sin caer en el drama, a la primera señal de enfermedad la mujer debe acudir al médico, haciéndole presente su estado. En efecto, algunos fármacos son muy dañinos para el feto y no pueden emplearse durante el embarazo; la toxicidad de un fármaco, depende varias veces de su dosis, más frecuentemente de su facultad de atravesar la placenta e impregnar al organismo del embrión o del feto.

Estas consideraciones deben poner en guardia a todas las mujeres encinta para que no tomen ningún remedio sin haber consultado al médico. Son especialmente peligroso los antibióticos en general los calmantes y sedantes.

De las enfermedades que pueden atacar el aparato respiratorio examinaremos por ahora la pulmonía y la tuberculosis.

La pulmonía y la tuberculosis

La pulmonía, a causa de la relativa dificultad respiratoria típica de la gravidez y la acentuada congestión sanguínea, puede presentar un curso más grave para la madre y provocar en algunos casos la interrupción del embarazo.

Hasta hace unos años, el problema de la tuberculosis durante el embarazo era muy serio, dada la frecuencia de dicha enfermedad y los escasos medios existentes para curarla. Se pensaba además que el bacilo de Koch, responsable del mal, lograba superar el filtro placentario, contagiando el feto. Ahora, en cambio, está demostrado fehacientemente que el bacilo de la tuberculosis no puede superar la barrera placentaria, y por lo tanto el niño nace sano. Pero se contagia al permanecer en contacto con la madre si ella es víctima de la enfermedad en ese momento y emisora de bacilos. No existe peligro si tuvo antes la tuberculosis y se halla perfectamente curada. Más aún, el embarazo es beneficioso para la evolución de la enfermedad y provoca una mejoría. El momento crítico en que sí puede verificarse un empeoramiento es el primer puerperio, que el médico debe seguir con atención. En todos los casos, la mujer que ha sufrido de alguna forma de tuberculosis, y con más razón si la padece en el momento del embarazo, no debe amamantar, salvo que haya sido una afección muy leve y fehacientemente curada muchos años atrás. Para concluir, una tuberculosis curada no contraindica de ninguna manera un embarazo, y ni siquiera, dentro de ciertos límites, una forma de tuberculosis activa, ya que los fármacos antituberculosos pueden suministrar tranquilamente durante la gravidez.

La sífilis

La sífilis durante el embarazo, en cambio, sigue siendo un problema grave, porque, después del cuarto mes, el germen logra atravesar la barrera placentaria e infecta irremediablemente el feto. Por este motivo el embarazo puede interrumpirse, o con señales evidentes de la enfermedad; otras veces nace aparentemente sano, pero no hay duda que está infectado.

Lamentablemente, la mujer no suele darse cuenta, al comienzo, de que ha contraído la enfermedad. Por esta razón, entre los análisis aconsejados para estimar el estado general de salud de una mujer en cinta se encuentra la reacción de Wasserman y toda una serie de análisis concernientes, que ponen en evidencia la posible infección. Por fortuna, las terapias modernas y una cuidadosa profilaxis han reducido notablemente en nuestros días el número de personas infectadas de esta grave enfermedad.

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