viernes, 21 de marzo de 2014

El vómito recurrente (vómito acetonémico)

El término “vómito acetonémico” ha entrado ya en el lenguaje común para indicar el de carácter recurrente, típico de la infancia, que va acompañado de acidosis del organismo.

vómito recurrente

Está hoy definitivamente establecido que dicho trastorno constituye un cuadro típicamente psicosomático que se expresa en esa forma, pero cuyo fondo lo constituyen las crisis de angustia. El hecho de que sea independiente de cualquier lesión orgánica, y que ataque de preferencia a los niños emotivos o particularmente excitables, ha inducido a la mayoría de los estudiosos a considerarlo como signo de un equilibrio inestable del sistema nervioso vegetativo. Es raro, en efecto, que un chico tranquilo, de carácter apacible, sufra de vómito recurrente; se presenta casi siempre en niños hiperexcitables que se emocionan fácilmente, y que, aun en condiciones de pleno bienestar, se advierten por la palidez, sudoración o leves trastornos digestivos.

Causas del vómito recurrente

Podría decirse que en la infancia es una consecuencia al par de una expresión del carácter. No pocas veces es dable comprobar que en la familia de un niño que padece de vómito acetonémico los hermanos han sufrido el mismo trastorno y sus propios padres presentan esporádicos malestares, típicamente ligados a una particular inestabilidad del sistema vegetativo, como, por ejemplo, cefaleas, digestiones largas y difíciles, cardiopalmos, sudores abundantes. A veces es precisamente esa atmósfera de tensión que suele reinar en las familias de este tipo, la que contribuye a la aparición de estos trastornos, cuando no es directamente la causa desencadenante. Los niños así constituidos soportan mal el ayuno, aunque sea de breve duración, y una dieta irregular, demasiado rica en grasas y relativamente pobres en sustancias azucaradas desencadena fácilmente en ellos una crisis de vómito recurrente. Además de los desórdenes alimenticios, las causas que precipitan las crisis del vómito pueden ser las enfermedades febriles, la fatiga excesiva, los cambios de clima, las emociones fuertes, la crisis de cólera, o bien como a veces sucede, nada de todo esto. Pero lo más importante es el fondo ansiógeno del clima familiar. El vómito acetonémico es una enfermedad no bien definible, y dotada de una singular individualidad; podría decirse que cada niño sufre de una particular crisis de acetona.

Tales crisis se repiten con frecuencia variable de un niño a otro; dos, tres, cinco veces por año. No se dan nunca en el lactante, y desaparece poco antes del comienzo de la pubertad.

Muy a menudo, luego de unos días de desgano, escaso apetito, humor inestable, comienza la crisis con un abundante vómito, generalmente después del desayuno. A este episodio siguen otros; el material vomitado es el primero mucoso y luego acuoso y de color amarillo verdoso por la presencia de bilis. Cualquier congestión de alimentos, a veces un sorbo de agua, desencadena el vómito o provoca conatos de él con contracciones espasmódicas del estómago.

El niño no puede comer nada y, aunque está sediento, tampoco puede beber sin vomitar. Yace en un profundo estado de postración, sufre dolores de cabeza, de estómago y de vientre, debido a las violentas contracciones de la musculatura, ya sea de las vísceras como de la pared abdominal. Tiene los ojos hundidos, la nariz parece más afilada, los labios y la lengua secos. En general, no hay fiebre, a menos que la crisis se haya desencadenado por una enfermedad aguda febril.

A raíz de la presencia de acetona que se forma en el organismo en cantidad excesiva, y que es eliminada a través de los pulmones con el aire espirado, el aliento adquiere un olor ácido especial, semejante a la acetona que se usa para quitar el esmalte de las uñas. Durante la crisis, y unos días después, los cuerpos cetónicos, la acetona entre ellos, están presentes en la orina, donde pueden ponerse en evidencia mediante pruebas de laboratorio, o más simplemente en casa, usando tiras de papel especialmente separadas, a ese efecto que, al mojarse con unas gotas de orina que contiene acetona, cambian muy visiblemente de color. La crisis de vómito, al comienzo preocupante y a menudo dramática, desaparece en general a las veinticuatro horas sin dejar huellas. El niño deja de vomitar y casi de repente se siente mucho mejor, quiere comer, y sobre todo beber, y en pocas horas, al cabo de un sueño tranquilo, se recupera perfectamente.

Tratamiento del vómito recurrente

La terapia de las crisis de vómito acetonémico es muy simple, y se basa en la corrección del momentáneo desequilibrio de la transformación de los azúcares en el organismo: basta suministrar al niño agua y azúcar. Es suficiente una cucharadita de café de agua azucarada cada media hora, para evitar el estímulo actual del vómito incoercible.

Cuando el vómito se produce, es absolutamente inútil tratar de suministrar algo por vía oral; en cambio, pueden ser beneficiosas pequeñas enemas de un cuarto litro de solución salina mezclada en partes iguales con una solución de glucosa al 10%. Se corrigen así las pérdidas de agua y de sales y se devuelve el nivel normal al valor de la glicemia la cantidad de glucosa presente en la sangre, que en estos casos está casi siempre disminuido (hipoglicemia).

Durante la crisis de vómito acetonémico, junto a la cetosis está generalmente presente la hipoglicemia ya que la alteración constitucional que se verifica en el niño en el momento del ataque consiste en una excesiva reacción del organismo a falta de azúcares.

Por estos motivos es que la terapia para este trastorno se funda esencialmente en la administración de soluciones azucaradas; para la profilaxis se aconseja una dieta rica en carbohidratos y pobre en grasa, sobre todo frituras.

Otra precaución siempre válida es no tener nunca a los chicos en ayunas por mucho tiempo; incluso cuando están enfermos y nada les despierta el apetito, es siempre ventajoso, y en general aceptado con agrado, suministrar té o jugos de fruta bien azucarados.

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